Por Raúl Wiener
No entendí cuando Obama dio su discurso sobre Venezuela y dijo que no había respeto por la democracia, y se violaban los derechos humanos de los opositores y que, por tanto, declaraba a ese país como una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos.
Uno podía preguntarse en qué podría hacer peligrar a la más grande potencia del mundo una nación sudamericana de 30 millones de habitantes y cuantiosas reservas de petróleo, por el hecho de que gobierno y oposición estén cada vez más enfrentados. ¿No será una confesión de que en Washington definen a la oposición más dura y golpista como un brazo propio y salen en su defensa?, me preguntaba. Sigue leyendo