Por Jorge Gómez Barata
El espacio aéreo sirio se pinta solo para un incidente militar que involucre a cualquiera de los participantes en la lucha contra elEstado Islámico, principalmente a Estados Unidos y Rusia. Demasiadas formaciones y organizaciones que, en lugar de colaborar, compiten. Una confrontación entre ellas ―accidental o provocada― es cuestión de tiempo.
Tener un enemigo común no significa ser aliado ni amigo. Las coincidencias entre Estados Unidos y Rusia en torno a la conveniencia de liquidar al Estado Islámico no bastan para neutralizar las diferencias en torno a otros ejes del conflicto. Todos los partidarios de Bashar Al-Assad son socios de Rusia, mientras quienes reciben el beneplácito de los Estados Unidos son antagonistas. El principio opera al revés.
El apoyo externo, tanto a los elementos terroristas como a los efectivos de la “oposición moderada”, el desplazamiento de las fuerzas que en Irak y Afganistán operaron contra los norteamericanos, los fanáticos participantes de los conflictos religiosos islámicos de varios países, y miles de activistas y mercenarios de todo el mundo, encuadrados en formaciones terroristas como Al-Qaeda, Al Nussra, el Estado Islámico y otras decenas de organizaciones, confrontadas por la tenaz y eficaz resistencia del ejército y las fuerzas de seguridad leales a Al-Assad, han generado un caos de violencia sin precedentes.
A esos factores se suman efectivos de Irán, Hamas y Hezbolá, elementos de inteligencia y tropas especiales de varios países, y más recientemente los bombardeos aéreos de la coalición liderada por Estados Unidos, algunos países árabes y ahora Rusia, todo lo cual ha dado lugar a una guerra, que por su génesis, escala, complejidad y ferocidad, no tiene precedente, y que en cuatro años ha ocasionado no menos de 250 000 muertos, y provocado la huida de unos 10 000 000 millones de personas, la mitad de la población siria.
Se trata de una confrontación irregular, que acude a métodos terroristas de intimidación masiva, que emulan a los nazis, y que se libra en ciudades y poblados, nunca a campo abierto.
En las operaciones de bombardeo aéreo de precisión lo más importante es la selección de los blancos y su inequívoca identificación, de modo que puedan aportarse datos precisos a las computadoras que realizan la puntería, o sean visibles para los pilotos y artilleros que vuelan a velocidades supersónicas y alturas considerables.
Es difícil imaginarse cómo fuerzas aéreas que no cuentan con observadores en tierra y atacan zonas urbanas o suburbanas, bombardean a los irregulares, sin dañar a los pobladores y sus propiedades, y sin destruir la infraestructura que provee el apoyo vital a los moradores de esas localidades.
Las afirmaciones de que los bombardeos de la coalición o de los rusos se realizan con precisión quirúrgica y afectan solamente a los efectivos del Estado Islámico, son mucho más que dudosos. Si los civiles no son afectados ni muertos ¿Por huyen en masa? ¿Por qué ciudadanos sirios continúan llegando en oleadas a Europa?
En Siria no hay otra opción que ¡Parar Ya! Volver a la posición inicial, con Assad o sin él, restablecer el gobierno, sacar a todas las fuerzas extranjeras, introducir un ejército de la ONU, y a partir de acuerdos políticos vinculantes, luchar contra el Estado Islámico.
Es como recomenzar la historia. No es sencillo pero no hay opción. Allá nos vemos.
Tomado de Cubaahora