Por: Iroel Sánchez
Al recorrer estos días de noviembre, tan llenos de carencias, pero también de buenas noticias, amenazas imperiales, ilusiones vueltas aire y memes geniales, he vuelto sobre un título referencial de nuestra ensayística.
Se trata de ese libro que Cintio Vitier llamó «tratado de historia de Cuba» y «brevísimo ensayo de fundación intelectiva» dotado, según el autor de Lo cubano en la poesía, de «lucidez, puntería y valentía» titulado Por el camino de la mar o Nosotros los cubanos, en el que Guillermo Rodríguez Rivera afirma que el cubano «no va a permitir que lo cojan de comemierda quien no esté dispuesto a hacer los mismos sacrificios» y que por eso «en Cuba ha sido prácticamente imposible asumir una jefatura o mantenerla sin “marchar delante”, sin asumir el mayor riesgo en la lucha». Para probarlo recorre los desafíos asumidos por figuras de nuestra historia como Céspedes, Agramonte, Martí, Mella, Guiteras, Chibás, Frank y Fidel.
El apoyo cerrado a causas como las del padre del niño Elián o la de los Cinco luchadores antiterroristas que desafiaron las altas e injustas penas de cárcel impuestas por tribunales estadounidenses viene de esa tradición, como también la identificación con los luchadores de la generación histórica que hizo con las armas la Revolución y aún permanecen activos, encabezados por el General de Ejército Raúl Castro. La presencia del Primer Secretario del Partido Comunista y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, en el epicentro originario de los acontecimientos del día 11 de julio de este año responde a esa exigencia histórica, como también su intensa actividad visitando los barrios más humildes de la capital.