Por: Frei Betto
Al destruir los palacios de los tres poderes en Brasilia el domingo 8 de enero, los terroristas bolsonaristas mostraron las caras y las garras.
Trumpistas miméticos, reprodujeron aquí con mayores dimensiones el vandalismo de que fue objeto el Capitolio en Washington hace dos años, en una demostración cabal de que su lema es “¡dictadura sí, democracia no!”
La seguridad falló debido a la complicidad del gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha, y su secretario de Seguridad, el exministro de Justicia Anderson Torres. La Policía Militar de la capital federal, responsable de la defensa del patrimonio nacional, facilitó la acción de los delincuentes y solo arrestó a algunos vándalos después de que Lula decretara la intervención federal en la seguridad pública de Brasilia.
Las Fuerzas Armadas se reservaron, en evidente postura de apoyo tácito al terrorismo. Además, las “incubadoras de terroristas”, como bien calificó el ministro de Justicia Flávio Dino a los campamentos de bolsonaristas delante de los cuarteles, al final chocaron con el huevo de la serpiente.