Defendiendo la realidad cubana

Juegos Olímpicos por primera vez en un año impar

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Los Juegos Olímpicos más allá de un récord, una corona de laurel o una hazaña en las canchas, presupone un espacio de confraternidad de la juventud mundial

Más de 11 siglos, exactamente 1 164 años, duraron los Juegos Olímpicos Antiguos, en la ciudad griega de Olimpia. En ese tiempo se celebraron 291 citas competitivas de manera ininterrumpidas y hasta el imperio romano, que convirtió a Grecia en un protectorado en el 146 antes de nuestra era, y que terminó por destrozar la esencia de esas citas, no violó lo que se conoció como tregua sagrada, con el nombre de Ekecheiria.

Aquellas justas parieron el periodo de cuatro años en los calendarios de la época, llamados Olimpiadas, el cual dio nombre oficial a cada versión. Esta que acaba de posponerse son, oficialmente, los Juegos de la xxxii Olimpiada.

Y decimos son, pues el Comité Olímpico Internacional, al propio tiempo que decidió mover hacia agosto del siguiente año la justa deportiva, esta seguirá teniendo ese mismo nombre, además, con la etiqueta Tokio-2020. Aunque en tiempo real pasaran más de cuatro años entre una lid y la otra, la historia de estos emocionantes escenarios no recogerá una olimpiada de cinco años.

Tal postura honra y respeta la esencia del olimpismo, que más allá de un récord, una corona de laurel o una hazaña en las canchas, presupone un espacio de confraternidad de la juventud mundial, como lo expresara en 1928 su restaurador Pierre de Coubertin, en el poema Oda al Deporte: ¡Oh, deporte, eres la Paz! / Estableces buenos contactos entre los pueblos, / acercándolos con el culto a la fuerza controlada, / organizada y maestra de sí misma. / Por ti aprende a respetarse la juventud universal / y así la diversidad de las cualidades nacionales se transforman / en fuente de generosa y pacífica emulación.

En los anales de la cita bajo los cinco aros, otras tres ediciones pasaron por similar situación, pero los motivos y sus desenlaces resultaron diferentes. En 1916, la primera Guerra Mundial frustró las aspiraciones de la entonces sede Berlín, mientras la segunda conflagración del planeta acabó con los sueños, precisamente de Tokio, en 1940, y de Londres, en 1944. Todas esas ocasiones se han recogido con el número de los Juegos vi, xi y xii, respectivamente, pero pasaron a los libros como no celebradas.

Amenazados estuvieron también los correspondientes a las XXII y XXIII olimpiadas, en Moscú-1980 y Los Ángeles-1984. La moscovita por un boicot, resultado de la guerra fría, igual que la angelina, pero a la ciudad estadounidense se sumó el reclamo de la ex urss, de que no se garantizaba la seguridad de sus atletas.

Aunque ni por mucho se parece a lo que vivimos hoy, la convocatoria pasada de Río de Janeiro tensó al mundo olímpico por una invasión del virus de Zika, en Brasil. Antes, en Munich-1972, hubo que detener las competiciones por tres días, debido a una operación de un comando palestino que pedía la liberación de más de 300 presos, en la que perdieron la vida más de diez personas; en 1976, unas 20 comitivas africanas se retiraron por la presencia del régimen racista sudafricano, y en Atlanta-1996, un atentado con bombas paralizó un día las acciones.

Sí, los Juegos de las olimpiadas en la era moderna, también han sido presa de un mundo que se ha vuelto cada vez más desigual. Hoy, esa inequidad, en cierto modo, es también responsable de que, por primera vez en la historia de la humanidad, la cita bajo los cinco aros se celebre en un año impar.

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