
Por: Arthur González.
“El ignorante afirma, mientras el sabio duda y reflexiona”, así afirmaba Aristóteles, filósofo y matemático griego, ante las mentiras que algunos decían para influir en el criterio de la sociedad.
Con esa misma intención, en el año 2016 el Departamento de Estado, con el visto bueno de la Casa Blanca, lanzó la falsa tesis de que varios de sus diplomáticos acreditados en la embajada de La Habana, habían sido “víctimas de supuestos ataques sónicos” que afectaron su salud.
Ante eso tomaron la decisión de evacuarlos de inmediato, lo que dio lugar al cierre del consulado y de casi todas las actividades diplomáticas que se llevaban a cabo desde el restablecimiento de relaciones bajo la administración de Barack Obama.
Para Cuba, acostumbrada a los planes de acciones encubiertas de la CIA y sus patrañas, era evidente que se trataba de una operación para fabricar un pretexto que le posibilitara al nuevo gobierno, encabezado por Donald Trump, el rompimiento de relaciones diplomáticas.
No por casualidad los “afectados” eran oficiales y especialistas de la CIA, orientados por sus jefes a poner en práctica el guión aprobado.
Un caso significativo fue protagonizado por el jefe de seguridad de la embajada yanqui, quien le expresó al jefe cubano responsable de la protección exterior de la embajada y las residencias, que desconocía la información del “ataque sónico” y los enfermos. Sin embargo, al día siguiente fue uno de los evacuados por padecer “síntomas de enfermedad cerebral”.
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