Imagínense, por un instante. el hervidero de funcionarios gubernamentales estadounidenses que han trabajado lealmente, desde 1960, para hacer sufrir hasta lo indecible a los niños cubanos, a los ancianos y enfermos de un país diminuto, con el fin de castigar impunemente y doblegar a su población civil. Imagínense la cantidad masiva de funcionarios que, ahora más que nunca, siguen llevando a cabo esa labor diaria para cumplir la medidas contra las compañías navieras y las instituciones financieras del mundo entero, de modo que no lleguen a la isla de Cuba las remesas de famila a familia, ni los créditos imprescindibles ni el combustible necesario para la agricultura, el transporte y la electricidad de los hospitales.
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